sábado, 25 de mayo de 2013

Una década kirchnerista. Un intento de balance






Hoy se cumplen diez años de Kirchnerismo y se impone realizar un balance de esta década. Más aún cuando los balances que hasta ahora logré escuchar o leer, considero que no terminan de despejar las aguas sobre lo que diferencia a este modelo de la oposición y cuales son sus fallas.

Después de diez años y sin una crisis de las dimensiones del 2001, sin una amenaza de cesación de pagos, sin un quiebre productivo, sin un desempleo desbocado, la realidad ya no puede justificarse por el “viento de cola”, ni pueden seguir admitiéndose amenazas apocalípticas que llevan años sin corporizarse. Tampoco se puede dejar de ver la anarquía en el trasporte, la debilidad de los servicios esenciales (gas - luz - petróleo), la inflación, ni la persistencia de los bolsones (mucho menores eso si) de marginalidad e indigencia. ¿Cuál es, en definitiva, el modelo kirchnerista? 

Desde la constitución como Nación de la Argentina, con la derrota de las propuestas federales (con la inestimable colaboración de Urquiza), mediante la Guerra del Paraguay, el aniquilamiento de las montoneras y la posterior masacre indígena, la burguesía terrateniente (centralmente bonaerense), contando con el manejo del Puerto y la Aduana, hizo que el país entrara a formar parte del mercado mundial (dominado por Inglaterra), desarrollando la ganadería y las exportaciones de carne (hasta 1880 la principal exportación era de lana) y centralmente la agricultura (hasta 1880 importábamos trigo) y para ello poblando el país con inmigrantes, e importando todo (o casi todo) de nuestro comprador principal (Inglaterra).

En ese país, la clase obrera no era incorporada a la ciudadanía y carecía de derechos. No votaba por ser mayoritariamente inmigrante y los sindicatos eran casi ilegales. Por eso el gobierno “popular” de Irigoyen no tuvo problemas en masacrar a los huelguistas de la Patagonia (1600 fusilados sobre 5000 obreros rurales en conflicto) ni mandar al ejército y las bandas fascistas de Carlés a aplastar la Semana Trágica. Los obreros eran inmigrantes y estaban amenazados por la inconstitucional Ley de Residencia a ser deportados si se los consideraba “indeseables”. Ese es el país para pocos de la “generación del 80” que el librecambismo pondera como maravilloso (por eso, gracias a Menem, tenemos a Roca, Mitre y Sarmiento en nuestros billetes)

El crack financiero del 29 hizo saltar por los aires ese modelo ante la imposibilidad de Inglaterra de absorber las exportaciones de granos y carnes. La guerra, posteriormente, agravó a límites inconcebibles esa imposibilidad. La renta agraria (eje central de la acumulación capitalista de riqueza nacional) no podía ser realizada. Inglaterra no estaba en condiciones de proveernos ni de pagarnos.

Para resolver esto, un “socialista” amigo de los golpistas del 30, Pinedo, propuso (un poco antes que Keynes elaborara un plan parecido), que el Estado compre las exportaciones, pagando un precio sostén y, en los hechos, se apropie de esa renta agraria (de allí la creación de la Junta de Granos y de Carnes), la convierta en renta financiera (de allí la apropiación de los depósitos como encaje contra Letras del Tesoro) y la vuelque a la formación de industrias sustitutivas que provean al agro y al país de lo que antes importábamos. Para ello tenía que haber un control de la masa monetaria (cierre de la Caja de Conversión y cambio de reglas del Banco Central). Para ello era necesario desarrollar un fuerte mercado interno. Para ello era menester incorporar a la clase obrera a la sociedad. 

Desde el 32 ese plan de sustitución de importaciones se llevó adelante sin cambiar en la esencia, pese al cambio de Gobiernos (Perón - Aramburu - Frondizi - Illia - Onganía - Lanusse y Perón). Solo Rojas y la facción colorada del Ejército y el unionismo de la UCR intentaron volver atrás. La Libertadora sólo cambió del yugo inglés al norteamericano. Pinedo planteó dos condiciones más que ningún Gobierno llevó a cabo. Crear un mercado regional con el resto de los países limítrofes (lo que implicaba fundamentalmente una alianza con Brasil, a lo cual la concepción de la defensa nacional del Ejército y el conservadurismo cerril de nuestra oligarquía se negó) y el cambio del Ejército por otro mas pequeño y profesional, ya que si no, la estructura y ligazón de clase de este estaría en crisis permanente con el proyecto.

 Martinez de Hoz, como representante de los productores de la renta agraria, con el inestimable servicio del Ejército (donde triunfaron los colorados sobre los azules) y mediante la Dictadura, recuperaron el manejo de la caja,  volvieron a imponer el plan de la “generación del 80”, desmantelando la industria, convirtiendo la renta agraria en renta financiera y transformándola en Deuda Externa, volviendo a primarizar la economía. Alfonsín, Menem y De la Rúa mantuvieron ese proyecto hasta que estalló por los aires (como era previsible) en el 2001.

Y allí, comienza una nueva historia, donde se recrea el Plan Pinedo, primero, con Duahlde, tímidamente. Kirchner lo lleva adelante incluso en las medidas que antes no se habían tomado, pero la continuidad la marca que mantenga al  Ministro de Economía de Duhalde (Lavagna). Junto a ello, impulsa el desarrollo de la sojización del campo y el avance de la tecnología verde. En estos diez años, la cosecha de granos se multiplicó por nueve, (ensanchando el área de tierras productivas al doble) y las exportaciones del país se incrementaron diez veces. 

Eso le permitió la apropiación de una masa enorme de capital (a través de las retenciones al agro), que se volcaron a socorrer la inmensa masa que había caído en la marginalidad, a salario social (subsidios) y a motorizar la industria sustitutiva con una ampliación enorme del mercado regional. Para ello cortó con el monitoreo del FMI. No por antiimperialista, si no porque este plan y las recetas del Fondo eran irreconciliables.

Pero, no salió tampoco del marco del plan Pinedo en cuanto al desarrollo de una burguesía parasitaria (trasportes - servicios privatizados - contratos de obra pública), ni dejó de desarrollar otra veta de negocios que no entró en el reparto. Una minería que no deja dinero al país (y es poco creíble que el Gobierno avale esto y la degradación que conlleva de pura gauchada nomás) y una explotación petrolífera que solamente la inepcia absoluta y la corrupción más desbocada obligaron a nacionalizarla porque amenazaba el superavit primario obligando a la importación (perdimos en estos diez años la capacidad de autoabastecimiento).

 El cambio no es chiquito. Volvió a poner a la política al mando, rebajando el poder de los Ministros de Economía que oficiaban de voceros de las órdenes del FMI. Cambió la Corte para dar un marco donde dirimir los pleitos interburgueses más confiable. Usó como bandera los derechos humanos, dándole impulso para terminar de alinear al Ejército, pero no desarmó la Policía de Camps. Amplió márgenes de democracia como el matrimonio igualitario y el derecho de género, pero defendió a rajatabla a los burócratas de los sindicatos, combatiendo el desarrollo de toda lista opositora que impulsara la democracia sindical (más de 4000 dirigentes sociales y sindicales llevados a juicio son un ejemplo) y mantuvo los feudos territoriales (baste como ejemplo la Formosa de Insfran contra la etnia Quom).

Por eso, pese a todos sus fallos, pese a la corrupción y pese a la falta de estructura partidaria orgánica donde sustentarse. Pese al descrédito que le aportan algunos aliados impresentables y pese a las tensiones que los problemas irresueltos comienzan a traer (inseguridad, inflación, malos servicios, etc) sigue sobrando a la oposición y por eso esta no logra armarse ni darle batalla política, contentándose con sacarle los trapitos sucios pero sin aportar ninguna propuesta. Porque, para continuar este modelo, el neo peronismo de los Kirchner y asociados mostró ser el más confiable. Y plantear públicamente volver al plan de Martínez de Hoz (con todo lo que lleva aparejado)  es políticamente imposible.

Por eso, está década, creo yo, tiene perspectivas de durar un rato más. Mal que le pese a muchos. El cambio por algo superior aún no está a la vista



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