sábado, 30 de marzo de 2013

La impotencia política en Argentina



          


            Acabo de releer un artículo escrito por Carlos Gabetta en Julio del 2008, en medio de la crisis del campo. En él mostraba que, mientras se peleaban oficialistas y opositores como si todo se fuera al infierno en esa pelea (que pasó y todo continuó su rumbo), acusándose mutuamente de desestabilizar, amenazándose con los peores epítetos, nadie, nadie, ninguno de los sectores, planteaba el problema real atrás del problema: la acumulación monopólica de las tierras, la ausencia de pequeños colonos que en forma masiva tendrían que poblar los campos para dinamizar el país,  igualarlo, la inequidad de la distribución de la renta agraria, la falta de presión tributaria sobre las más feraces tierras del mundo, etc, etc, etc.

            Y esa, no otra, es la cuestión medular de la impotencia argentina de pergeñar un modelo inclusivo, de horizontes de larga proyección, de generar políticas de Estado, de  acabar con las falsas dicotomías. Para verlo más lejos, más objetivamente, a la distancia, voy a tomar un ejemplo histórico.

            Desde 1815 hasta 1824 se enfrentaron en forma armada, con batallas, muertos, heridos, gastos inmensos de recursos y fragmentación permanente del país, por un lado los porteños de la Primera Junta hasta el Directorio (que representaban la burguesía comercial importadora) contra los caudillos provinciales (desde Artigas a Bustos, pasando por López y Ramirez) y a la par y a continuación los ganaderos de Buenos Aires (que darían origen a la oligarquía terrateniente que desplazó a los directoriales y gobernó el país hasta nuestros días), comandados por Rosas y Martín Rodriguez, contra Ibarrra, Paz, Lamadrid, etc). Dentro de ese marco, a la vez se enfrentaron Artigas contra Ramirez, López contra Bustos, Ibarra contra Guemes etc, etc, etc.

            ¿Por qué destaco esos enfrentamientos en esas fechas? Porque fue durante el lapso de tiempo en el cual San Martín (dirigente político y militar muy por arriba de todos sus contemporáneos), armaba el Congreso de Tucumán junto a Pueyrredón y el ala “continentalista” de la Logia Lautaro para declarar la Independencia y cambiar el eje de la guerra dejando de pelear por el dominio de la plata de Potosí (no en balde el 80% de las batallas se dieron en el Alto Perú) y enfocarlo en la derrota del bastión realista en Perú, actuando en consonancia con Bolivar.

            Por hacer esto, por no aceptar las órdenes del Directorio de bajar con su Ejército a Buenos Aires para derrotar a Artigas fue declarado traidor por el Gobierno porteño y, después de Chacabuco, el Ejercito de los Andes se reunió en Asamblea y declaró a San Martín su dirigente político y militar, es decir, dejó de ser un ejército argentino y San Martín y toda su oficialidad y tropa dejaron de recibir ayuda y paga desde Argentina, pasaron a se un ejército apátrida. 

            En acuerdo con O’Higgins, Chile solventó el Ejército y formó la Armada al mando de Cochrane que liberó a Perú y, desde ese momento, San Martín y su ejército se solventaron del fisco peruano. Por eso San Martín dejó el mando a Bolivar (que contaba con el sustento - que también perdería después-) de la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador) y se fue a su ostracismo francés. Mientras, en Argentina no recibió ningún homenaje y fue execrado hasta que Mitre en la fundación de la Historia Argentina lo vuelve a ubicar parcialmente en el lugar que le corresponde. 

Ese olvido de nuestros héroes lo muestra brillantemente la película Revolución. Por ese olvido Bouchard, (el gran corsario de San Martín) terminó preso, Monteagudo asesinado, y Condarco Soler y tantos otros oficiales  pasaron al olvido. Solo Las Heras y Lavalle (por sus servicios a la oligarquía porteña uno y al ejército invasor anglofrancés, el otro, son destacados). El único militar fiel a San Martín - Guemes - fue asesinado por una conjura de la burguesía salteña con los españoles.     

            Como verán, el enfrentamiento fraticida, sin cuartel, divisionista y estéril de los sectores de la burguesía argentina no es de ahora ni nació con el peronismo. Y la irrupción masiva de la población en la política (dando cierto orden al desorden y gestando los avances) se dio en las invasiones inglesas (origen de nuestra independencia), del 90 al 20 (dando nacimiento al voto popular) y el 17 de octubre (gestando el peronismo).

            Desde el 82, esa irrupción volvió a manifestarse, masiva, sostenida y permanente como nunca antes, con picos como el 2001. Ningún dirigente político, hasta ahora, pudo representar  en su totalidad ese proceso. Por eso las desigualdades siguen. Por eso los feudos provinciales y municipales se perpetúan. Por eso la política sigue siendo un caldo de corrupción que mancha a todos.   

            Pero... hasta ahora no han logrado desarmar la movilización de la gente. No se frena la “democracia de a pie”. ¿Cómo terminará? Eso esta abierto. Pero la Historia no es siempre como los poderosos la escriben ni siempre se da como la planean. Por suerte