domingo, 3 de noviembre de 2013

Una opinión sobre las elecciones





            Las elecciones han pasado. Una semana después, rumiado y digerido el resultado de los comicios, se puede hacer un análisis con cierta perspectiva. Y uno de los primeros hechos que salta a la vista es que estas elecciones marcan un cambio. Pero, ¿qué cambio?

            Algunos sectores señalan como un cambio el hecho que el kirchnerismo se haya visto reducido al tercio del electorado. Pero es bueno recordar que en el 2009 pasó otro tanto. Hay quienes marcan como un hecho distintivo que haya perdido en los principales distritos. Pero en el 2009 perdió Buenos Aires (llevando al propio Nestor como candidato) y solo salvó Santa Fé gracias a Reutemann (que hoy está con Massa). Otros marcan la aparición de Massa como gran candidato a encabezar la diáspora de la oposición. Pero es menester recordar que ese puesto parecía pertenecer al colorado De Narváez en el 2009 (vencedor del propio Nestor y ganador en buenos Aires con un 35%). Entonces, de nuevo, ¿qué cambió?

            Para responder habría que analizar el devenir de los votos en las últimas tres elecciones. A saber, si uno toma la votación del kirchnerismo ( 35% - 54% - 33%) no se ve nada resaltante. Si toma la elección de la UCR - Socialismo - y afines (31% - 30% - 24%), tampoco. El cambio puede notarse en el traspaso de los votos del PJ disidente -Duhalde - Saa (15% 2009 - 14% 2011) a Massa (17% 2013 o 20% sumando a De la Sota) siempre que se reconozca que entre Duhalde - Saa y Massa hay una diferencia. El PRO orilló siempre el 8 a 11%. El gran cambio está en la caída de De Narváez (perdió 2 millones de votos desde el 2009 a 2013) y el ascenso de la izquierda.

            Y, a eso, es imprescindible sumar datos de la realidad. Primero, que Cristina no va a estar de candidata en el 2015 y eso condiciona al conjunto del kirchnerismo. Segundo, que Massa se presenta (y la gente lo votó) para que continúe el “modelo” kirchnerista resolviendo los errores y arreglando los problemas (distinto a Duhalde - Saa que eran otro “modelo” y otro peronismo). Y sería pecar de ceguera política si no se percibe algún síntoma en la estrepitosa caída de De Narváez y las votaciones de todo el país (con picos excepcionales en Salta y Mendoza) de la izquierda. Esto, más la crisis (fuga capitales, caída reservas, dólar, etc) y más el ascenso mundial (Brasil, Turquía, la primavera árabe, etc) dan el tono del cambio.

            Y esta elección mostró esos síntomas. La gente, descontenta con el kirchnerismo por su abandono de las posturas “progresistas” (Chevrón - reapertura del canje - Milani - etc) buscó a quien se presentaba como la continuidad del proceso, pero arreglando los defectos (inflación - dólares - 82%), dejó sin apoyo a los sectores de derecha (De Narváez - peronismo duhaldista - saadista - Momo) y apoyó a quienes venían a resolver la corrupción (Carrió - Solanas). Porque uno puede opinar que esos sectores son de derecha, pero la gente los apoya desde lo cree que son y ese apoyo es lo que marca la intención del voto (porque esa es la demanda popular).

            No hubo giro a la derecha, si no, al revés, un giro a la izquierda. Para un sector cuya visión revolucionaria no traspasa el peronismo, ese giro fue tan tímido como votar a Massa para que corrija lo erróneo del kirchnerismo. Para otro sector que todavía cree que la mejor democracia fue la restrictiva democracia irigoyenista, fue apoyar la lucha contra la corrupción con Carrió y Solanas. Y para otro sector, más lúcido, fue preparase para el ajuste y empezar a reflejar en los votos la necesidad de una pelea contra el ajuste. Por eso los sorpresivos guarismos del FIT.

            Y no es poca cosa. Porque no hay ningún sector dirigente que tenga hoy en día la suficiente capacidad de aplicar el ajuste necesario. El cercano ejemplo de las grandes movilizaciones contra Dilma por el ajuste erizan de miedo la piel de los políticos. Por eso, como De Narváez se diluyó después del 2009, es posible que veamos a Massa sostener a Cristina para que aplique el ajuste y haga el trabajo sucio antes de irse. Y, si no fallan a los requerimientos de la situación, veamos un crecimiento de la izquierda. No es casual el fraude para dejar a Liliana Olivero afuera, ni es casual la actitud militante de la Iglesia salteña contra los candidatos de la izquierda. Ni la aparición sorpresiva del ex izquierdista Luis Zamora para garantizar la división de los votos de izquierda y que Altamira no sea diputado. Nada es casual en política.