sábado, 15 de febrero de 2014

Se terminó la fiesta


  
            En el año 2001 el país se encontraba al borde del estallido. No había nadie que pudiese contener la marea de descontento. Era tan grande el temor a las movilizaciones de masas que querían barrer con todo y todos, que se tomaron medidas extremas. Para que se entienda, dos representantes de lo más rancio de la derecha peronista tomaron medidas cuasi revolucionarias para la pacata, timorata y arcaica visión que de la política tiene nuestra esclerosada burguesía. Rodríguez Saa decretó el No pago de la Deuda Externa y Duhalde impuso las retenciones impositivas a la exportación de granos para obligar a una democratización mínima de la renta agraria.

            Pero eso no fue suficiente. Y desde el lejano sur vino la respuesta, sobre la base de la sojización, abrir la puerta a los pooles de siembra para que traigan las inversiones necesarias en tecnología verde,  expandir la frontera agraria y multiplicar por cinco o seis la cosecha. Con la enorme masa de dinero que las retenciones sobre esa producción hicieron ingresar a las arcas del Estado, dar respuesta a las necesidades populares, ampliar el mercado interno y volver a la sustitución de importaciones, completando la propuesta con la bandera de los Derechos Humanos. Y esto en el marco de un acuerdo con la CGT (Moyano) para ir encauzando el desborde.

            Pero, el resto quedó intocado. En los servicios (trasporte, energía, comunicaciones, etc) siguió sin cambios la política menemista del remate. Solo cuando la avaricia privada y la falta de control estatal llevó las cosas al límite, poniendo en peligro elementos básicos de los servicios públicos, cuando la quiebra de las compañías era casi un hecho, por necesidad y nunca por convicción o deseo, el Estado se hizo cargo de los muertos (AySA, Correo, Trenes, Aerolíneas, YPF) y ahora enfrenta la crisis de la electricidad. De la misma manera, la política de remate del país impuesta por el menemismo, continuó su curso en estos años en la minería, cubriendo la caja de la política.

            En el 2011 se rompió el Frente Popular, con el primer giro de timón. Ahora, el carnaval populista llegó a su fin. Para que quede claro: el 40% de las exportaciones argentinas ($ 85.000 millones de dólares) está en manos de 15 empresas (La Nación 30/7/11), o mejor, el 85% de las exportaciones está en mano de 150 empresas (informe CRA 12/2013). ¿Qué significa esto? Que el anuncio de Capitanich de la devaluación del 25% significó que cambiaron de mano en ese momento $ 18.000 millones de dólares. Hubo una reasignación de la renta, dándole a las 150 empresas monopólicas una masa de dinero igual a los presupuestos enteros para salud y educación. Eso es para que sepamos donde está la plata que nos van a decir que falta para dar aumento a los maestros, invertir en hospitales o cosas parecidas. La tienen Cargill, Nidera, continental, Techint, etc, etc...

            Si a eso le sumamos el “entendimiento” con el FMI y los acuerdos con el Club de París para volver a endeudar al país. Si a eso le sumamos la intención del Gobierno que las paritarias sean anuales (cuando los aumentos son día a día) y que no pasen del 25%, queda claro quién es el pato de la boda. Es correcto el titular del diario Perfil “La City festeja la ortodoxia K”. Volvieron los Golden Boys, no con Cavallo ni Redrado, sino de la mano de Kicillof y Cristina, con Scioli buscando dinero en EEUU para garantizarle a las grandes Empresas el flujo de divisas.

            Ahora, el decirlo, el intentarlo o el lograrlo son dos cosas distintas. Porque la gente no dejó nunca de movilizarse, han surgido por debajo una cantidad importante de listas alternativas a la vieja y corrupta dirección peronista de los sindicatos y no hay un solo político en el cual la gente confíe para que la pueda convencer de tragarse el sapo del ajuste. La alta votación del Frente de Izquierda solo fue un espejo anticipado de este proceso que se evidenció más fuerte en los eslabones más débiles de una clase política que hace mucho, al decir de Horowicz, dejó de ser una clase dirigente.

            El próximo round de esta pelea son las paritarias. Ya hubo un anuncio que presupone la aceptación de esta batalla: las clases no empiezan el 26 de febrero, tal como se anunció el año pasado. Y tengo muchas dudas que puedan empezar el 5 de Marzo.  El Gobierno tiene de su lado el aval de la CGT. Puede imponer en dos o tres grandes gremios su posición, puede que en más. Pero...uno solo de los gremios importantes que logre quebrar ese tope, hace saltar por los aires su política. Y, si el Gobierno no puede imponerla, va a convertirse en un limón exprimido al cual la burguesía ya le sacó todo el jugo y no le sirve más. Ese es el trasfondo del discurso de Cristina. Su aceptación a los dictados de las Grandes Empresas y su necesidad de vencer o morir en la aplicación de este ajuste. No son de placidez y calma los tiempos venideros.