domingo, 29 de marzo de 2015

Cristina privatiza los ferrocarriles

(o la larga huella del menemismo)



            Esto no es más que una nueva muestra de la unión carnal entre neoliberalismo y “izquierda progresista” (perdón por el bastardeo de la palabra izquierda, pero es el uso en los medios) que tiene su máxima expresión en los gobiernos de casi toda América Latina. Es la continuidad de las políticas privatistas de los 90, de las políticas de primarización, del auge extractivista y el aumento de la extranjerización (fundamentalmente monopólica) de la economía, conjugado con un reparto de subsidios y asignaciones sociales junto a un mantenimiento del salario y la jubilación y concesiones democráticas en Derechos Humanos y otras (sin por eso dejar de mantener el aparato y las leyes represivas –Ley antiterrorista, Milani, judicialización de más de 4.000 luchadores sociales y sindicales, etc).   


Aunque el Gobierno anuncia la “reestatización” del FFCC, el Proyecto de Ley enviado por el ministro Randazzo al Congreso sólo habla de una “política de reactivación” ferroviaria. Limpia de un plumazo la posibilidad de investigar 20 años de vaciamiento y miente sobre el futuro. Si no, tendríamos que creer que Macri se volvió estatista, ya que el diputado Federico Sturzenegger adelantó en el plenario de comisiones de Diputados el apoyo del macrismo.

El artículo 2° consagra “la participación pública y privada en la prestación y operación de los servicios ferroviarios”. Plantea “renegociar los contratos de concesión” en el transporte de cargas: Nuevo Central Argentino (Aceitera Deheza), Ferroexpreso Pampeano (Techint) y Ferrosur Roca (Cementera Camargo Correa). Son sectores rentables. La ley sólo relativiza el control de los actuales concesionarios al plantear que estos ramales deben ser abiertos a todos los “usuarios” que se anoten en un Registro especial, algo reclamado por otros grupos exportadores de granos y minerales.

También plantea la “renegociación” de los contratos de concesión en sectores del transporte de pasajeros como el FFCC Urquiza (grupo Roggio) y Belgrano Norte (Emepa). En su artículo sexto consagra la mantención de la Sociedad Belgrano Cargas y Logística SA. En el Belgrano Cargas, que abarca 13 provincias y todo el corredor de la soja, está la crema del negocio. Hoy de la reconstrucción por parte de los chinos, y mañana de la administración. Su modernización, encarada en los acuerdos leoninos con China, es una exigencia del Banco Mundial y de las grandes compañías exportadoras para abaratar el costo de la logística argentina. Se trata de una inversión del Estado de 6.000 millones de dólares “para entregar a las economías regionales” según el presidente Marcelo Bosch, hombre de confianza del capital financiero y agroexportador.


El proyecto permite (art. 15) “la gestión de los sistemas de control de circulación de trenes y el mantenimiento de la infraestructura ferroviaria (por) terceros o asociada a terceros”. Mantiene en pie la tercerización (superexplotación) de los trabajadores. El capital chino al hacerse cargo del mantenimiento crea en los hechos una gran tercerizada. La lucha contra esto costó la vida de Mariano Ferreyra (y centenares de despidos y persecuciones) por la patota de Pedraza. El proyecto del Gobierno incorpora al directorio a dos burócratas sindicales, es decir, continúa el pacto de la trilogía que condujo al crimen de Mariano.

Tampoco  plantea ningún tipo de auditoria, ni inventario de los bienes que el Estado pasa a “administrar” en forma directa. Es un operativo de encubrimiento: habría que rendir cuentas de 100 mil millones de pesos en subsidios otorgados en la “década” a concesionarias. Estas han desviado los subsidios a su patrimonio y nuevos negocios, en lugar de invertirlos en mantenimiento.

Las movilizaciones contra el crimen de Mariano y por la masacre de Once obligaron a medidas que llegaron mal y tarde. El Gobierno primero cerró contratos con los chinos para importar vagones y repuestos y luego envió el proyecto que crea ferrocarriles argentinos. Un superendeudamiento que golpea cualquier industrialización nacional. Ya no es el vaciamiento indiscriminado. Hay una reconstrucción selectiva, parcial, otra vez privatista, desindustrializadora y basada en endeudamiento, sobre las ruinas del viejo ferrocarril.

El menemismo sigue vivo en la minería extractiva, en las concesiones petroleras (Chevrón, etc), en la adquisición de empresas por monopolios extranjeros (Quilmes, Loma Negra, etc), en la baja industrialización y baja tecnología de punta de las industrias y  en los servicios privatizados (teléfonos, subtes, electricidad, gas, ferrocarriles, etc) de la mano de Nestor y Cristina. Con la misma falta de control, con los mismos contratos (en esencia). Menem podría citar a Ruiz de los Llanos diciendo: “Si te dicen que he muerto…desconfía”



Basado en el artículo de Infobae del 29-03-15 de Nestor Pitrola



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domingo, 15 de marzo de 2015

MACRI se ubicó en el centro del escenario político


(o el triste fin del radicalismo)


            La convención radical acaba de votar el fin de la UCR como partido de masas. Si bien es cierto que ya hacía tiempo no arrastraba multitudes e incluso los votos le eran esquivos, todavía era uno de los referentes a nivel nacional en política, era uno de los tres aparatos partidarios con inserción territorial sólida en el conjunto del país (por sí misma y sin alianza) y era la heredera de uno de los dos movimientos nacionales que realmente se podrían llamar “progresistas” en nuestra historia, el encabezado por Alem e Irigoyen (el otro, obvio, es el de Perón).

            Ahora, visto a la luz de las masacres de la Patagonia Rebelde y la Semana Trágica (ordenadas por Irigoyen), de avalar todos los golpes (salvo el del 30) de participar en los bombardeos de junio del 55 (Zabala Ortiz iba en uno de los aviones), de ser parte central de la Libertadora y acompañar la proscripción  del peronismo, es difícil de entender. Pero fue tan progresiva la aparición de la UCR que Ave Llalement, el fundador del primer diario marxista del país, integró sus listas siguiendo indicaciones de Engels.

            Bajo el liderazgo de Alfonsín volvió a flamear las viejas banderas de democracia y voto popular (casi como si la historia se repitiera), pero duró poco. Su ciclo histórico ya había pasado. Hoy, acomodándose bajo la sombra de Macri y Carrió no hace más que terminar de reconocer públicamente cual es la ubicación de lo que alguna vez se llamó centro izquierda (sic).        

           Pero esto no puede entenderse, no logra ubicarse en contexto si uno parte de creer que el kirchnerismo es un gobierno de izquierda.

            Ha sido tan enorme el giro a la derecha de todas las superestructuras políticas después de la caída del Muro de Berlín que todo se confunde. La derecha mundial que antes era esencialmente xenófoba y antisemita ahora está integrada y co-dirigida por el sionismo y es xenófoba y anti musulmana.   Los partidos “populares” o de “izquierda” giraron a aplicar los planes de ajuste del FMI o desaparecieron (Partidos Socialistas – Partidos Comunistas – APRA Peruano – Partido Verde de Alemania – Nasserismo – Kadafi – Copei y MAS venezolano – MNR Boliviano - etc).

            El kirchnerismo es, en parte continuador de los 90. Sobre todo en la política privatista (viva Alsogaray!!!). Y con los mismos contratos de ausencia de control para las privadas. Es continuador de las concesiones de petróleo y minería. Es continuador de la misma ley entreguista en el sector financiero. Mantiene incólume el sistema regresivo de impuestos que grava centralmente el consumo popular y los salarios. Y no ha modificado en lo grueso la política de primarización de la economía (el 80% de la producción argentina es de materias primas).

No se recuperó ni el Polo Petroquímico, ni la cohetería, ni la industria armamentista, ni la industria ferroviaria, ni la fabricación de aviones, ni se desarrollaron sectores industriales de punta nuevos. No se avanzó en la rama 3 que mencionaba Marx (máquinas que producen máquinas), menos en química, cibernética o biogenética.  Ni siquiera en el desarrollo de infraestructura energética sólida. Así como también continuó con la férrea defensa de la patota sindical, la corrupción policial y permitió que la Justicia siguiera siendo para los poderosos.

Y, por supuesto, difiere del menemismo y seguidores en su política de derechos humanos (con todos los peros que se puedan oponer como Ley Antiterrorista, judicialización de la protesta, Milani y otros), en su política asistencial, el avance en aspectos democráticos (casamiento igualitario, etc, pero oponiéndose al aborto)  y el funcionamiento de las paritarias.


            Por eso ser opositor al kirchnerismo y no de izquierda obliga a disputarse una estrecha franja que queda a la derecha del mismo y antes de caer en algo tan mal visto como la UCD (aunque la mayor parte de sus propuestas fueron y son llevadas adelante) .

            Macri (que no necesitaba diferenciarse) se aprovechó de la situación de Massa (que sí necesitaba diferenciarse), se dedicó a mostrarse amigo de las ideas peronistas, evitó criticar salvo en lo mínimo al kirchnerismo y obligó a Massa  a girar a la derecha (lo cual le disminuyó sensiblemente las chances). Y después, hizo la plancha. Dejó que la corriente le acercara aliados. Carrió fue la primera y la UCR, que no puede girar a la izquierda ni una baldosa y tiene, en la situación actual, menos cintura que un pollo, no tuvo más remedio que aliarse con aquel con el cual comparte el electorado antes que se lo lleve todo.

Ahora sí. Armado de la estructura partidaria que antes no tuvo, Macri está en condiciones de enfrentarse en las presidenciales al kirchnerismo.  Y Massa quedó con un espacio tan reducido que ni siquiera es desdeñable que tenga que ir al pie. O jugar desde afuera para negociar en la segunda vuelta. Este giro de la UCR cambia todo el tablero político. Lleva a una polarización que restringe los espacios incluso para la izquierda.

La pelota ahora queda del lado del Gobierno, el cual puede jugarse con Scioli para no regalarle el electorado de derecha pero peronista a Macri o jugarse con Randazzo para juntar votos por la izquierda “progresista” que espera algún candidato en quien seguir creyendo que la revolución se hace con votos y pacíficamente (y, por supuesto, la hacen otros).




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