martes, 4 de marzo de 2014

En respuesta a "The New York Times" y la Nación

       

     Ha salido un artículo en “The New York Times” (reproducido aquí por La Nación), sobre Argentina. Es un artículo de bajísimo nivel intelectual que vuelve al planteo de asegurar que Argentina era hace un siglo, más rica que Suecia, Francia o Japón y, centralmente por culpa del peronismo (fascistisoide, populista y corrupto), hoy está tan mal. “Brasil se va convirtiendo en Argentina, Argentina en Venezuela y Venezuela en Zimbawe” reza el texto. Como existen muchos “pensadores” en nuestro país que sustentan algo similar, sería bueno (no por el artículo, si no por estos amantes de los buenos viejos tiempos), dar una respuesta.

            Antes de empezar a darla sería bueno preguntarse, (sobre todo porque ese artículo sale en un periódico de la “democrática” republica de EEUU) si el aumento de la marginalidad mundial, la crisis económica, las penurias de África, Asia y en general todo el mundo salvo veinte o treinta países (donde también hay sectores en la miseria y la pobreza), si todo eso, en fin es obra del peronismo. ¿Cómo explicarían eso los que culpan al peronismo de todos los males del país? ¿Tendrá algo que ver el imperialismo y EEUU en particular con todo eso?

Bien, y ahora, la respuesta =

            Argentina era, alrededor de principios de siglo veinte, un país con enormes reservas y una situación financiera que la ubicaba en el 5° lugar entre las economías más sólidas del mundo. Esto es un hecho y los hechos no se niegan, se analizan. Tampoco se destacan en forma aislada y unilateral.

            Sería bueno comenzar por aclarar que Argentina llega a esta situación floreciente tras la represión y eliminación física en base a la política de aplastamiento y muerte de las montoneras, de todos los sectores del interior que defendían sus economías, sometiendo el país al dominio de una minúscula pero poderosa clase de terratenientes agrícolas rentistas. También logra ese "fantástico" bienestar tras los dos genocidios que le “limpiaron” el camino: la destrucción del Estado Paraguayo y la matanza del 75% de sus hombres y la erradicación (mediante el exterminio) de las tribus de pobladores originarios para ampliar la frontera agropecuaria. Sería bueno saber si eso es parte de lo que el Times, La Nación y los cipayos que le hacen coro también añoran y aplauden. Porque esta barbarie fue fundamental para lograr ese “maravilloso” país del cual hablan.

            Y esa represión, esa “tiranía” de la oligarquía terrateniente disfrazada de constitucional, no cambió por la Ley Saenz Peña. Continuó con la Ley de Residencia (ley anticonstitucional si las hay) que garantizaba la veda de la ciudadanía a los trabajadores (casi todos extranjeros). No votaban por extranjeros y estaban sujetos permanentemente al estado de excepción (por extranjeros). Esa fue la “idilica” democracia irigoyenista que cierra (según estos buenos muchachos), ese período “brillante” de la Argentina al cual desean volver. Por si hay dudas, las bandas armadas de la oligarquía matando obreros y realizando pogroms en los barrios judíos durante la Semana Trágica o la “heroica” gesta del Ejército masacrando obreros en el Sur por reclamar un mejor salario en la Patagonia Rebelde, muestran cual era la ley para los obreros que quisieran libertad o mejoras.

            ¿Alguien puede pensar que semejante represión estaba al servicio de mejorar la vida de las clases humildes? ¿Alguien puede ser tan caradura para decir que en ese contexto los trabajadores vivían bien? No, ni lo intentan, ni les preocupa. Esos nostálgicos de la época de la tiranía oligárquica, a esos que aún añoran que los trabajadores no tengan derechos para que el país (su país, no el nuestro) esté bien y en orden, no pueden entender por qué los trabajadores sean peronistas. Lo que se entiende muy bien es por qué esos son los mismos sectores que apoyaron el Proceso.
           

            Yo no soy peronista, pero eso no me impide entender el fenómeno del peronismo. Y hay, para ello, una clave esencial: los trabajadores fueron ciudadanos con Perón, no antes. Tuvieron derechos, se organizaron para reclamar sin ser reprimidos, organizaron sindicatos, votaron (incluso las mujeres) y tuvieron una parte de esa inmensa riqueza del país que antes se la guardaban 200 familias para sí, la renta agraria. Las razones por las cuales hizo esto son discutibles y la forma de verticalidad personalista que imprimió al movimiento también, así como la corrupción o la debilidad o falta de plan de desarrollo. Pero lo que no se puede discutir es que les dio a los trabajadores los elementales derechos civiles que la oligarquía se negaba a darles.
           

            Por eso, señores de La Nación, del Times o sus seguidores, los trabajadores, entre ese “perfecto” país de fines de siglo y el corrupto país de 1950, eligen sin dudar el segundo. Por esa misma razón nunca fueron radicales (aunque coyunturalmente hayan votado a Alfonsín). Y no lo son, aunque eso los lleve a luchar por un General que no es obrero y a atar su suerte a un sector de la burguesía que, indefectiblemente (como parte de su esencia de clase) los va a traicionar o va a defeccionar. Pero, hasta ahora, no vieron nada mejor que lo que el peronismo alguna vez les ofreció.

            Superar el peronismo no se logra volviendo a la dominación oligárquica, si no armando un movimiento político de y para los trabajadores, a fin de pelear por la parte de las conquistas que el peronismo no dio ni puede dar: librarse del doble yugo de la parasitaria y anacrónica burguesía de este país que es incapaz de elaborar un plan de desarrollo independiente y del imperialismo que no ha cesado de expoliarnos desde la colonia. Pero eso no puede ni soñar hacerse sin reivindicar el proceso que el peronismo encarnó.



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