En
los últimos días hemos visto escenas de saqueos y vandalismo en varias
provincias, mientras sectores de los medios anunciaban que la tan anunciada
crisis se cernía (por fin) sobre la Argentina. ¿Eso es así? ¿Estamos a un paso
del Apocalipsis, con un dólar a $15, un desempleo en alza, un brote inflacionario
de dos dígitos al mes y el derrumbe de las reservas?
Como
la relación inmediata de la crisis en Argentina es el 2001, es bueno aclarar
que esa crisis tuvo origen en políticas y situaciones que hoy no existen en el
país. Fue la crisis final del plan económico que empezó con Rodrigo en el 75 y continuó
en la Dictadura y los Gobiernos sucesivos. Un plan de primarización de la
economía y realización de la renta agraria a través de convertirla en cupones
de la Deuda Externa. Fue la transformación de la burguesía terrateniente en
rentista del endeudamiento nacional. No tenía otro fin posible que el
precipicio.
Si bien este modelo no abandonó
totalmente la dependencia de los commodities (sobre todo la soja), transformó la
arcaica burguesía terrateniente parasitaria en un nuevo estilo de producción
(pooles de soja) mucho más dinámico y ligado íntimamente a la producción. A la
vez, se expandió notablemente el sector de productos industriales para
alimentar el desarrollo de la frontera agropecuaria y las exigencias del sector
que surgió de ese proceso (automotrices, maquinaria agrícola, máquinas y
equipos, productos minerales, construcción, calzado, textil, etc). El
crecimiento del PBI muestra este desarrollo (Según datos del FMI para
2011, si al PIB se lo considerara en términos de paridad de poder adquisitivo alcanzó los 710 690 millones de dólares, resultando
la Argentina la tercera economía de América Latina, superada por Brasil y México. Ese año el PIB per cápita medido en PPA de USD
alcanzó los 17 376, el más
alto de América Latina.) .
Evidentemente, la crisis mundial no
podía no afectar al país. Incluso a través de la dependencia comercial con
Brasil. Eso se vio en la fuga de divisas, en la desaceleración del aumento del
PBI, en la crisis del dólar, en la inflación, en los resultados electorales y
en las crisis provinciales. Si consideramos que Brasil, a un año de haber
superado a Inglaterra y haber llegado a ocupar el lugar de la 6a. economía
mundial se vio sacudida por movilizaciones de millones de personas, se puede
entender que desarrollo y crisis no son términos
que se repelen mutuamente, si no que pueden convivir.
No es el interés de esta nota hacer
el puntilloso detalle de los “errores” del Gobierno (que no son tales, sino su
política en acción), pero si tomar en cuenta que todos los errores, en las
crisis, es cuando llega el momento de pagarlos. Y el Gobierno viene pagando y
va a seguir haciéndolo. Y esto es ya un hecho de la realidad. La falta de aire,
la ausencia de “aguante” por parte de la gente, los palos que recibe de la
oposición, etc. ya son a esta altura un dato de la crisis.
Tiene razón Kicillof cuando dice que
los problemas de las reservas son financieros
y no económicos. Argentina sigue teniendo buenas perspectivas, con productos
que si bien retrocedieron en su valor, siguen siendo fuente de divisas suficientes
para cubrir los desajustes y un sector externo manejable en los próximos
años...pero...
El modelo generó varios efectos que
ahora hay que tratar de ordenar. Por un lado se vive desde hace tiempo un
crecimiento importante en la importación de máquinas y equipos y de bienes para
la producción (desde energía, fertilizantes y agroquímicos, suministros para la
industria, y bienes de consumo de alta gama, entre otros) propio de la demanda
de una producción que aumentó sin la contrapartida del desarrollo de un polo
petroquímico, sin la generación de fuentes de provisión de luz, gas o petróleo,
y con las exigencias de consumo de una nueva clase media de alto poder económico.
Esto socava las reservas, las vuelve más expuestas a sufrir los vaivenes de
estas tensiones. Más si la desconfianza se escapa hacia el resguardo del dólar.
También genera presión sobre las
reservas la política de pagar la Deuda con ellas. Y esto es cada vez más
necesario, cuando al no poder anclar sus valores en el dólar, los productores
sojeros lo salvaguardan en porotos que no venden y acumulan en las silobolsas,
dejando sin entradas liquidas de divisas al Banco Central. Si además las compañías
extranjeras aumentan la remesa de utilidades en auxilio de las casas matrices
en problemas y cada sector que puede hacerlo, deja depositados en el exterior
sus dólares, el cóctel se vuelve explosivo.
Pero todo eso es a grosso modo posible
de resolver, políticamente manejable. Siempre y cuando exista un poder político
que pueda hacerlo. Y ese, creo que es el intento de Capitanich como Jefe de
Ministros y la apertura del diálogo con la oposición. Y como la oposición no
está en condiciones de sacar este Gobierno y tomar el mando para manejarlo
mejor, los acuerdos están en la naturaleza de las cosas. Porque, además, todos
saben que necesitan para apuntalar al Gobierno y que este lleve adelante la solución
en la que todas las corrientes económicas acuerdan (con pocos detalles de
fricción) y esta se expresa en una sola palabra: ajuste.
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