domingo, 8 de diciembre de 2013

¿Estalla la crisis en Argentina?




            En los últimos días hemos visto escenas de saqueos y vandalismo en varias provincias, mientras sectores de los medios anunciaban que la tan anunciada crisis se cernía (por fin) sobre la Argentina. ¿Eso es así? ¿Estamos a un paso del Apocalipsis, con un dólar a $15, un desempleo en alza, un brote inflacionario de dos dígitos al mes y el derrumbe de las reservas?

            Como la relación inmediata de la crisis en Argentina es el 2001, es bueno aclarar que esa crisis tuvo origen en políticas y situaciones que hoy no existen en el país. Fue la crisis final del plan económico que empezó con Rodrigo en el 75 y continuó en la Dictadura y los Gobiernos sucesivos. Un plan de primarización de la economía y realización de la renta agraria a través de convertirla en cupones de la Deuda Externa. Fue la transformación de la burguesía terrateniente en rentista del endeudamiento nacional. No tenía otro fin posible que el precipicio.
  
            Si bien este modelo no abandonó totalmente la dependencia de los  commodities (sobre todo la soja), transformó la arcaica burguesía terrateniente parasitaria en un nuevo estilo de producción (pooles de soja) mucho más dinámico y ligado íntimamente a la producción. A la vez, se expandió notablemente el sector de productos industriales para alimentar el desarrollo de la frontera agropecuaria y las exigencias del sector que surgió de ese proceso (automotrices, maquinaria agrícola, máquinas y equipos, productos minerales, construcción, calzado, textil, etc). El crecimiento del PBI muestra este desarrollo (Según datos del FMI para 2011, si al PIB se lo considerara en términos de paridad de poder adquisitivo alcanzó los 710 690 millones de dólares, resultando la Argentina la tercera economía de América Latina, superada por Brasil y México. Ese año el PIB per cápita medido en PPA de USD alcanzó los 17 376, el más alto de América Latina.) .

            Evidentemente, la crisis mundial no podía no afectar al país. Incluso a través de la dependencia comercial con Brasil. Eso se vio en la fuga de divisas, en la desaceleración del aumento del PBI, en la crisis del dólar, en la inflación, en los resultados electorales y en las crisis provinciales. Si consideramos que Brasil, a un año de haber superado a Inglaterra y haber llegado a ocupar el lugar de la 6a. economía mundial se vio sacudida por movilizaciones de millones de personas, se puede entender que desarrollo y crisis no son  términos que se repelen mutuamente, si no que pueden convivir.

            No es el interés de esta nota hacer el puntilloso detalle de los “errores” del Gobierno (que no son tales, sino su política en acción), pero si tomar en cuenta que todos los errores, en las crisis, es cuando llega el momento de pagarlos. Y el Gobierno viene pagando y va a seguir haciéndolo. Y esto es ya un hecho de la realidad. La falta de aire, la ausencia de “aguante” por parte de la gente, los palos que recibe de la oposición, etc. ya son a esta altura un dato de la crisis.

            Tiene razón Kicillof cuando dice que los problemas de las reservas son  financieros y no económicos. Argentina sigue teniendo buenas perspectivas, con productos que si bien retrocedieron en su valor, siguen siendo fuente de divisas suficientes para cubrir los desajustes y un sector externo manejable en los próximos años...pero...

            El modelo generó varios efectos que ahora hay que tratar de ordenar. Por un lado se vive desde hace tiempo un crecimiento importante en la importación de máquinas y equipos y de bienes para la producción (desde energía, fertilizantes y agroquímicos, suministros para la industria, y bienes de consumo de alta gama, entre otros) propio de la demanda de una producción que aumentó sin la contrapartida del desarrollo de un polo petroquímico, sin la generación de fuentes de provisión de luz, gas o petróleo, y con las exigencias de consumo de una nueva clase media de alto poder económico. Esto socava las reservas, las vuelve más expuestas a sufrir los vaivenes de estas tensiones. Más si la desconfianza se escapa hacia el resguardo del dólar.
  
            También genera presión sobre las reservas la política de pagar la Deuda con ellas. Y esto es cada vez más necesario, cuando al no poder anclar sus valores en el dólar, los productores sojeros lo salvaguardan en porotos que no venden y acumulan en las silobolsas, dejando sin entradas liquidas de divisas al Banco Central. Si además las compañías extranjeras aumentan la remesa de utilidades en auxilio de las casas matrices en problemas y cada sector que puede hacerlo, deja depositados en el exterior sus dólares, el cóctel se vuelve explosivo.

            Pero todo eso es a grosso modo posible de resolver, políticamente manejable. Siempre y cuando exista un poder político que pueda hacerlo. Y ese, creo que es el intento de Capitanich como Jefe de Ministros y la apertura del diálogo con la oposición. Y como la oposición no está en condiciones de sacar este Gobierno y tomar el mando para manejarlo mejor, los acuerdos están en la naturaleza de las cosas. Porque, además, todos saben que necesitan para apuntalar al Gobierno y que este lleve adelante la solución en la que todas las corrientes económicas acuerdan (con pocos detalles de fricción) y esta se expresa en una sola palabra: ajuste.

            Pasado en limpio, ajuste es que las paritarias tengan un techo del 20%, que se congelen en el tiempo las partidas presupuestarias para “gastos sociales” como educación, salud, subsidios, planes, etc. y el resto de las medidas que permitan al Estado conseguir un colchón de dinero del sector al cual siempre se le solicita el mismo en las crisis: los trabajadores y el pueblo. Si tienen dudas, estudien el presupuesto de la Provincia de Buenos Aires acordado entre Scioli y Massa. En el mismo se aumenta el Impuesto Inmobiliario Urbano. El Rural no, para no tocar los intereses de los terratenientes y los productores sojeros. ¿No es suficiente muestra de por dónde viene el apriete de cinturón?

 

            Y ahí si estamos en un lío. Ahí si se pone negra la situación. Ahí si la crisis se torna posible. Y eso también explica por qué aún no se ha resuelto. Porque no hay pasividad en la gente para aceptarle al kiirchnerismo (ni a nadie) una disminución en los estándares de vida. No hay oxígeno político para aceptar una baja del salario ni un aumento de tarifas, ni ninguna medida por el estilo. Porque la evolución de los últimos dos años ya dejó sus marcas de rebaja salarial, de aumento de los impuestos, de carestía de la vida, de deterioro de la educación y la salud. Brasil ya mostró la posible reacción popular y, por si fuera poco, las elecciones mostraron una enorme claridad por parte de un importante sector sobre como buscar la salida. El incremento de los sectores combativos en el sindicalismo, las votaciones estudiantiles y la alta votación del Frente de Izquierda marca por donde la vanguardia está mirando para organizar la pelea.

 

            De todo esto, las rebeliones policiales son la punta del iceberg y el anticipo del futuro.  


 


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